El Gingko es un árbol originario del sur de China. Es considerado un verdadero fósil viviente ya que, aunque debiera estar extinto, ha sobrevivido hasta la actualidad gracias a los monjes budistas quienes lo reverencian y lo cuidaron en los jardines de sus monasterios en China y Japón. Este hermoso árbol dioico es de mucho interés por su gran tamaño, estructura y coloración otoñal. Tiene forma columnar cuando joven y después adquiere una forma mas extendida, alcanzando una altura de 30 a 40 m por 8 m de diámetro. La corteza es agrietada de color gris ligeramente fisurada. Sus hojas caducas, pecioladas en forma de abanico, divididas en dos lóbulos por una incisión y dentadas en las puntas, miden de 6 a 13 cm de ancho y son de color verde-amarillento tornándose amarillo oro en otoño antes de caer. Las flores femeninas son solitarias y en otoño producen un ovalado fruto carnoso parecido a una ciruela, de color amarillo- verdoso, de 3 cm de largo y un olor muy desagradable, por lo que se acotumbra a plantar ejemplares machos. Crece lentamente en cualquier tipo de suelo fértil y con buen drenaje.